Por el
claro que dejaban las nubes vio como desaparecía la nave nodriza. Con la misma velocidad apareció en su mente un pensamiento. Una consigna: “No puedes
contarle esto a nadie…” Esa frase retumbó durante unos instantes por su cabeza
como el eco en los Alpes.
¿Cómo iba a contarlo? ¿Quién iba a creerle? Cerró
la puerta de la terraza sin mirar más al firmamento. Con la esperanza de que
todo hubiera sido un mal sueño. Con la esperanza de que mañana tuviera una
resaca monumental…en lugar de notar como le palpitaba aquella cosa que le
habían introducido en la base del cráneo…
Texto: Ramón Escolano
Foto: Diego J. Escolano
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