La primera vez que fui a Bilbao, debió de ser hacia el año 1991. Ni Bilbao, ni Euskadi, ni España eran como son ahora. Ni yo tampoco. La primera vez que fui a Bilbao iba con algo de miedo, y con varios convencimientos previos, o prejuicios, si queréis. El miedo era en parte justificado, dado que ETA entonces estaba aun en pleno apogeo criminal. Y ese miedo me llevó al primero de mis convencimientos. Esperaba encontrar una ciudad gris, triste, con las calles vacías, la poca gente que por ellas transitara, cabizbaja, temerosa o huidiza, una especie de ghetto ultramontano donde nadie, como en un poblado del Oeste, se atrevía a poner los pies en la calle, por miedo a volver a casa con los pies por delante...
El prejuicio cayó más rápidamente de lo que se tarda en decir "Pozas". "Pozas" es como en Bilbao se conoce a la zona de poteo por definición, que no es otra que buena parte de la calle Licenciado Poza y aledaños. El paisaje humano de esa zona (casi a cualquier hora, y casi con cualquier tiempo metereológico que acontezca) es todo lo contrario: cientos de personas charlando, compartiendo, comiendo y bebiendo. Mucha, muchísima gente por las calles. Bilbao no era, pues, una sucursal de Mordor.
El segundo de mis convencimientos era que me iba a encontrar en un lugar absolutamente extraño, con gentes muy distintas a mi, con unas costumbres estrambóticas, con unas ansias, unos sueños, unas vivencias que nada tendrían que ver con las mías. Nada más opuesto. Ir a Bilbao, precisamente a Bilbao, durante tanto tiempo, me ha llegado a convencer de que las diferencias que nos distinguen son anecdóticas en comparación con todas las cosas que nos acercan. Puedo hacer extensiva esta aseveración hablando de las gentes de cualquier zona, país, nación o región que queráis. Así pues, entendidas las "cuatro reglas" que nos pueden chocar, como chocarían las nuestras a ellos, estás allí tan a gusto como en cualquier otro lugar.
Otro prejuicio, compartido en parte con muchos Bilbaínos era que se trataba de una ciudad fea. Tampoco es cierto, en absoluto. Bilbao es una ciudad de tamaño muy manejable, muy humano (de hecho es poco más grande que Alicante), pero con unos toques de gran capital que te impactan mucho. Se nota el poderío de la gran y potente burguesía que allí hubo (y allí siguen muchos). Los edificios, las avenidas, los parques, las dotaciones de Bilbao, no son los habituales en una ciudad de ese tamaño. De modo que para mí es perfecta. Manejable como mi ciudad, capitalina como Madrid o París.
Bilbao ha mejorado mucho durante estos años. Zonas abandonadas o en ruina, se han regenerado, se ha apostado claramente por la arquitectura de autor, y se posiciona como un destino turístico de mucho nivel y muy interesante, gracias a infraestructuras culturales como el Museo Guggenheim, el museo de Bellas Artes o la Alhóndiga y a grandes obras, algunas de las cuales os voy a intentar mostrar en esta primera entrada.
Empezamos en la Avenida de Sabino Arana, una vía importante. Si miramos en dirección a la estatua del Sagrado Corazón (se ve, es muy grande, no os preocupéis), y caminamos en su dirección, a mitad de calle, si torcemos por cualquier calle hacia la izquierda llegaremos al nuevo San Mamés. Vosotros mismos, a mí me gustó muchísimo.
A su lado, la nueva escuela de Ingenieros Industriales, y detrás una bonita panorámica de la ría hasta casi el mar. Se ve en lontananza el legendario puente de Portugalete. Abajo en primer término un bonito pasea en lo que debió ser un muelle y cerquita el puente de Euskalduna y el Palacio de Congresos. Y la también legendaria grúa Carola, testigo mudo de la antigua actividad portuaria de la ciudad.
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El nuevo San Mamés |
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El nuevo San Mamés y la Escuela de Ingenieros |
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La grua Carola, el puente Euskalduna, la ría y Deusto al fondo, desde San Mamés |
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El Palacio de Congresos Euskalduna |
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El Sagrado Corazón |
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El paso de peatones del puente de Euskalduna |
A su izquierda, el puente curvo del mismo nombre. Otra obra magnífica. Iremos por él (tiene un paso para peatones espectacularmente ancho) hasta que encontremos unas escaleras que bajan ya en la otra margen de la ría. Bajamos por ellas y casi enfrente (estamos ya en Deusto) la casa del Tigre.
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San Mamés y la Grúa Carola desde el puente |
El famoso Tigre de Deusto debe su existencia a la ubicación en el edificio de la fábrica de correas de transmisión "El tigre", en los años 40. Era, en cierto modo, una especie de anuncio publicitario. Ha quedado sin embargo como un edificio emblemático de Deusto y Bilbao
Continuamos por el parquecillo que hay en la margen de la ría, hasta el siguiente puente, un puente clásico, que fue levadizo en su momento, el puente de Deusto. Mientras lo cruzamos, podemos disfrutar de las magníficas vistas de la ría a uno y otro lado. Casi al lado tenemos la Universidad de Deusto, y en la otra margen, otra intervención afortunada, un magnífico parque y varios edificios nuevos y reseñables.
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Universidad de Deusto |
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Universidad de Deusto |
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El parque de Abandoibarra desde el puente de Deusto. Al fondo, el Guggenheim y el puente de La Salve |
Entre otros edificios que podéis ir contemplando, os voy a resaltar dos o tres, el primero es el hotel Meliá (antes Sheraton). Tiene un hall espectacular que merece la pena ver, y el edificio a mi me gusta.
El otro, la torre Iberdrola, un magnífico rascacielos, firmado por Cesar Pelli. A su alrededor, viviendas de lujo y de todos los estilos, y unos paseos muy agradables.
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La Torre Iberdrola |
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La torre Iberdrola, y edficios para viviendas |
Pegado -literalmente- al museo está el remozado puente de la salve. El museo pasa "encajado" bajo el puente, es un puente bastante más alto que el resto. Recomiendo que subáis y disfrutéis de las vistas. Eso si, tendréis que bajar otra vez por el mismo lado, y seguir otro poquito hasta finalizar el paseo.
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El museo Guggenheim |
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El museo Guggenheim |
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El puente de la Salve |
Sin dejar la ría ni un momento, desde el puente ya podéis divisar el final del paseo. La pasarela de Calatrava y la Puerta de Isozaki (Isozaki Atea)
Dos obras muy distintas. Con la pasarela, Calatrava (one more time) cometió un error grave, serio. La dotó de un suelo plástico pulido, sin pensar en que en Bilbao llueve. Bastante, tirando a mucho. La consecuencia fue que nueve de cada diez personas que la atravesaban en días lluviosos se iban de bruces contra el suelo. Hubo pleitos de por medio, y la solución que se le ha dado a tamaña barbaridad es una especie de moqueta de goma, mal puesta, muy fea, pero parece ser que efectiva.
No hablaré más de Calatrava, puesto que sus obras hablan por él, y aprovecharé esta historia para hacer un inciso: en Bilbao llueve. Mucho, en ocasiones. Pero, si no sois del norte, ni habéis estado por allí, tengo que deciros que si os pilla la lluvia no esperéis bajo un balcón (como haríais en Alicante) a que pare para seguir camino. Eso, amigos, no va a suceder. Si llueve, llueve. Y si os pilla la lluvia, haced lo que hacen los Bilbaínos: dejarla caer y seguir con sus vidas. Otro inciso meteorológico: a pesar de que los Bilbaínos opinan que allí hace frío, no es del todo cierto. Es un frío relativo, pero -ojo- es como el nuestro, muy muy muy húmedo. Lo mismo que el calor. Eso es así. No os vendrá de nuevas.
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La pasarela de Calatrava |
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La solución a los tropezones |
Justo enfrente de la chapucilla, podéis disfrutar de una (para mí) magnífica obra: Isozaki Atea, del japonés Arata Isozaki. A mi me gustan los rascacielos, especialmente los de cristal, y me gustan las obras que dan la sensación de bien hechas, por más que vayan pasando los años. Podéis contrastar esta magnífica obra con la pasarela antes citada, y cada cual que saque sus conclusiones.
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Isozaki Atea |
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Isozaki Atea |
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Isozaki Atea |
Si sois especialmente futboleros o mitómanos podéis subir todas las escalinatas del patio central entre las dos torres y os toparéis casi de frente con la sede del Athletic Club de Bilbao (con lo cual, en cierto modo, cerraríamos el círculo)
Si queréis tomar algo en plan muy castizo, siguiendo la calle donde está la sede hacia la izquierda tenéis muy cerquita los Jardines de Albia, y en una de sus esquinas, el Iruña, un lugar con mucho sabor y unos pintxos que merecen la pena. Los de jamón, por ejemplo.
Si sentís nostalgia de la Terreta, antes de llegar a Isozaki habréis pasado por la puerta de L'Arruzz. Y si queréis ver cómo se las gastan los nuevos cocineros de Bilbao, el Guggemheim y el Hotel Dómine Bilbao (otro edificio muy interesante) tienen (dicen, yo no le probado) unas ofertas gastronómicas muy interesantes.
Magnífico Bilbao y magnífico reportaje.
ResponderEliminarGracias, amigo
EliminarHola. Soy un alicantino que vive en Bilbao desde hace siete años. Posiblemente me mude a Valencia en pocos meses, y ahora es cuando más estoy amando está magnifica ciudad que con tanto esmero describes en tus reportajes. Magníficas entradas.
ResponderEliminarMuchas gracias. Es verdad que están hechas con mucho cariño
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